La costumbre, enemiga de la seguridad
“La costumbre hace la ley”, dice un conocido principio jurídico. La costumbre hace que las personas dejen de reflexionar acerca de lo que les rodea y se contenten con aceptarlo. La costumbre tiene dos elementos, uno objetivo, que implica repetirse constantemente, y otro subjetivo o psicológico, que expresa la convicción de la veracidad de ese elemento.
El ser humano es reacio a cambiar, por eso las costumbres rigen las vidas de muchas personas, de hecho, “llamamos buenas costumbres, a las costumbres habituales, y malas costumbres a aquellas a las cuales no se está acostumbrado” (Anatole France). El cambio genera incertidumbre, por eso, establecer una nueva forma de actuar, alterar los principios que rigen determinados funcionamientos, modificar las bases de actuación, variar el orden de las operaciones, implantar una metodología de trabajo, redefinir los procedimientos administrativos, etc. no suelen ser decisiones bien recibidas por los afectados. Algunos piensan que es evidente que “lo que lleva tanto tiempo haciéndose de una determinada forma no tiene más remedio que ser la mejor forma de hacerse”, sin más consideraciones. Por eso es tan difícil cambiar los hábitos, y es que, como decía Charles Dickens, “el hombre es un animal de costumbres”. Costumbre y evidencia es para muchos la misma cosa. Pero con frecuencia lo evidente no lo es tanto, porque lo que en algún momento fue evidente, pasado el tiempo deja de serlo, aunque la costumbre persista.
Costumbre y Seguridad pueden ser conceptos antagónicos. Cuando se cae en la fuerza de la costumbre se deja de estar alerta, se relajan las medidas de seguridad y se minimizan las defensas. Esta consecuencia es de sobra conocido en el ejército, que para prevenir intentos de ataques obliga a los conductores de los vehículos militares a seguir itinerarios distintos aunque el destino sea siempre el mismo.
En lo que respecta a la seguridad de los sistemas de información existen varias cuestiones que habría que aclarar, aunque eso signifique ir en contra de la costumbre. Son cuestiones que deben tenerse en cuenta antes de abordar un proyecto sobre seguridad informática.
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El ser humano es reacio a cambiar, por eso las costumbres rigen las vidas de muchas personas, de hecho, “llamamos buenas costumbres, a las costumbres habituales, y malas costumbres a aquellas a las cuales no se está acostumbrado” (Anatole France). El cambio genera incertidumbre, por eso, establecer una nueva forma de actuar, alterar los principios que rigen determinados funcionamientos, modificar las bases de actuación, variar el orden de las operaciones, implantar una metodología de trabajo, redefinir los procedimientos administrativos, etc. no suelen ser decisiones bien recibidas por los afectados. Algunos piensan que es evidente que “lo que lleva tanto tiempo haciéndose de una determinada forma no tiene más remedio que ser la mejor forma de hacerse”, sin más consideraciones. Por eso es tan difícil cambiar los hábitos, y es que, como decía Charles Dickens, “el hombre es un animal de costumbres”. Costumbre y evidencia es para muchos la misma cosa. Pero con frecuencia lo evidente no lo es tanto, porque lo que en algún momento fue evidente, pasado el tiempo deja de serlo, aunque la costumbre persista.
Costumbre y Seguridad pueden ser conceptos antagónicos. Cuando se cae en la fuerza de la costumbre se deja de estar alerta, se relajan las medidas de seguridad y se minimizan las defensas. Esta consecuencia es de sobra conocido en el ejército, que para prevenir intentos de ataques obliga a los conductores de los vehículos militares a seguir itinerarios distintos aunque el destino sea siempre el mismo.
En lo que respecta a la seguridad de los sistemas de información existen varias cuestiones que habría que aclarar, aunque eso signifique ir en contra de la costumbre. Son cuestiones que deben tenerse en cuenta antes de abordar un proyecto sobre seguridad informática.
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