4 jun 2007

La ciencia ficción ya está en la vida diaria

Crece el uso de los chips subcutáneos

Parece un cuento de ciencia ficción, pero no lo es. En marzo de 2004, el dueño de la discoteca Baja Beach Club, en Barcelona, Conrad Chase, organizó una fiesta a la cual concurrió, además de los invitados, un grupo de médicos con un único propósito: implantarles a todos los presentes VIP un microchip subcutáneo en la mano que funciona como un sistema de identificación personal, que les permite ingresar al local sin necesidad de hacer colas y pagar sus tragos con sólo acercar el brazo a la caja.

Ahora bien, lo más increíble de esta historia es que no es única. En los últimos años, casos similares al de la discoteca Baja Beach Club se multiplicaron en distintos países y han despertado la preocupación de algunas asociaciones de derechos humanos, que sostienen que la implantación de microchips atenta contra la privacidad de la persona.

Hasta la fecha, existen brazaletes, celulares o ropas con chips que contienen el sistema de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en inglés), que pueden localizar a personas. Pero aún no se han desarrollado microchips subcutáneos con GPS. En la actualidad, la implantación del chip bajo la piel tiene otros usos: de acuerdo con la información que contenga, puede abrir puertas, identificar a personas, comunicar el historial clínico de quien lo usa o reemplazar tarjetas de pago.

La principal empresa que comercializa este tipo de microchips es la norteamericana VeriChip, filial de Applied Digital Solutions, con sede en Palm Beach, Florida. Según su vocero, John Procter, la empresa trabaja principalmente sobre dos aplicaciones: para identificación personal y para acceder al historial clínico de una persona.

Del tamaño de un grano de arroz, el microchip -que cuesta unos 200 dólares y que desde hace años se implanta en mascotas para su localización- se inyecta generalmente en el brazo del usuario y contiene un número de identificación que se obtiene pasando un escáner por el lugar donde está implantado el aparato. Luego, con ese número personal, se accede automáticamente a una base de datos, que contiene la información que haya sido cargada al microchip.

Riesgos a flor de piel

Quienes están a favor de esta implantación sostienen que el adminículo es útil, práctico e imposible de perder u olvidar. Quienes se oponen al dispositivo, en cambio, aseguran que la sola idea de llevar algo implantado en el cuerpo, que no se puede apagar, supone una invasión total de la intimidad.

"Además, la información del chip puede ser fácilmente hackeada. He visto pruebas de cómo en menos de un minuto, con una palm, se puede clonar la identidad del chip", contó a LA NACION Katherine Albrecht, autora del libro Spychips . "El gobierno podría eventualmente usar los microchips para rastrear a personas", sostiene Liz McIntyre, coautora del libro.

En 2006, el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, sugirió a los Estados Unidos el uso de microchips para controlar a los inmigrantes colombianos en ese país. Y VeriChip comenzó a hacer lobby para implantar chips subcutáneos a los soldados de EE.UU. y reemplazar así las chapas de identificación.

Hoy en día, la mayoría de la gente considera el uso de chips bajo la piel como algo propio de una película de ciencia ficción. Sin embargo, hay quienes aseguran que las próximas generaciones no tendrán prejuicios en utilizarlos. Hace unos meses, de hecho, una encuesta realizada en Gran Bretaña reveló que un 10% de los adolescentes británicos ya está dispuesto a soportar un microchip en su cuerpo para pagar las compras.

Por Adriana M. Riva
De la Redacción de LA NACION

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/914178

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