15 ene 2007

Libertad y anonimato

Por Enrique Dans

Un proyecto de ley en Corea del Sur nos trae un debate de los de toda la vida, al menos desde que la red es red: la legitimidad del anonimato. El proyecto de ley, que si nada lo remedia entrará en vigor el próximo mes de Julio, pretende obligar a todas las páginas web con un tráfico superior a cien mil visitantes a registrar a sus visitantes de manera que éstos únicamente puedan escribir entradas o comentar en las de otros utilizando sus nombres reales (UCLA Asia Institute, vía Digg) algo que supone la desaparición virtual de la posibilidad de utilizar el anonimato en la red.

Las razones esgrimidas por el legislador se refieren a la necesidad de control sobre delitos como el libelo y las infracciones a la privacidad, un control notablemente difícil de ejercer en las condidiones actuales. Y es que de acuerdo, resulta indudable que el anonimato plantea problemas para todo el mundo. El anonimato provoca una sensación de total impunidad, ante la cual un individuo se siente autorizado a insultar, difamar, zaherir o descalificar, amén de posibilitar la comisión de delitos. Recuerdo hace cierto tiempo, en una conferencia, como una persona que reclamaba la prohibición del anonimato en la red acudió al estrado con una bolsa en la cabeza que impedía ver su rostro, intentando llamar la atención sobre lo incorrecto de dicho comprtamiento de acuerdo a los usos sociales establecidos, algo que, según él, reclamaba a todas luces su erradicación también en la red. La persona en cuestión representaba los intereses de una conocida sociedad de autores, y esperaba ya de paso con una medida semejante eliminar la posibilidad del intercambio anónimo de archivos en la red, un comportamiento ilegal según su peregrina e interesada interpretación de la ley.

Recurrir a la comparación de lo que ocurre en la red con las circunstancias de la vida cotidiana fuera de la red es una tentación bastante lógica. Yo mismo utilizo ese argumento cuando pretendo discutir basándome en el sentido común. Sin embargo, las comparaciones entre ambos mundos no siempre son perfectas. Efectivamente, una persona que intentase desarrollar su vida fuera de la red con un pasamontañas puesto permanentemente en la cabeza sería vista de manera como mínimo sospechosa. Pero ¿quiere eso decir que el anonimato no tenga sentido, en la red o fuera de ella? Desde mi punto de vista, la posibilidad del recurso al anonimato protege libertades absolutamente fundamentales, y eliminarla supone una brutal violación de los derechos del individuo. Si alguien pretendiese obligarme a impedir los comentarios anónimos en mi página, estaría dispuesto a irme a alojarla en cualquier otro país con el fin de evitar tal requerimiento, y para nada resulta relevante en mi decisión el hecho de que el anonimato sea utilizado en muchas ocasiones para lanzar insultos o descalificaciones. Cuando elimino un comentario por insultante o descalificante lo hago por lo que pueda poner en él, no por quien lo firme o deje de firmar. Pensar en requerir “manos en la nuca y carnet en la boca” a todo aquel que circule por Internet me parece aberrante, digno de un estado dictatorial.

El libelo y la descalificación son problemas en sí mismos. Son susceptibles de producir un profundo daño y un desánimo en el uso de la red. Hay personas que han abandonado su participación en la red por culpa de comportamientos simimlares. Pero ¿resulta lícito acudir a la prohibición del anonimato para evitarlos? ¿Justifica en este caso el fin los medios utilizados? Desde mi punto de vista, en modo alguno. Pretender la eliminación del anonimato para evitar ese tipo de problemas sería comparable a implantar el estado de excepción para evitar que las personas tirasen chicles en el suelo. ¿Es molesto pisar un chicle? Sin duda, y produce que te acuerdes de todos los familiares vivos y muertos del cerdo que lo tiró. Pero ¿sería razonable y, sobre todo, mesurado declarar el estado de excepción para evitarlo? ¿Sería efectivo?

Si Corea decide ratificar esa ley, como por el momento parece indicar el curso de los acontecimientos (la interacción parlamentaria habida por el momento ha tendido a endurecer las medidas, no a mitigarlas, bajando el límite de visitantes de los trescientos mil a los cien mil) creo que, de entrada, surgirá un movimiento de deslocalización. Surgirán, además, problemas derivados de la implantación de la medida e, indudablemente formas de hackear el sistema, unidas además a un comportamiento todavía más virulento por parte de los opositores a la medida. Al final, la red impondrá su carácter de irregulable, de ente dinámico que considera toda regulación como una anomalía y encuentra su camino para anularla, y seguirá siendo un espacio para la libertad total en el que la posibilidad de un comportamiento anónimo sea considerado un derecho fundamental.

Personalmente, nunca recurro al anonimato. Nunca. Ni siquiera al seudónimo. Siempre firmo en todas partes con mi nombre y mi e-mail. Y sin embargo, considero el anonimato un derecho fundamental, y me siento más seguro sabiendo que está ahí para ser utilizado si es necesario. Defiendo el derecho a utilizarlo, aunque a veces ese derecho sea utilizado para cosas que decididamente no me gustan. Qué le vamos a hacer. Creo en la autorregulación, y en que con el tiempo, el sistema y las personas aprenden a no tener en cuenta determinados comentarios cuando no es posible atribuir su autoría o existen dudas sobre la misma. El proyecto de ley coreano me parece, directamente, una aberración digna no de ese país, sino de su triste vecino del norte. Pero me preocupa seriamente ya no la medida, que nos pilla geográfica y culturalmente un poco lejos, sino el debate que pueda surgir a partir de ella. Me preocupa seriamente que políticos de aquí puedan sentirse tentados por una ley así, y las actitudes de algunos políticos ante otros problemas similares me hacen pensar que, efectivamente, así podría ser. Que no se les caería la cara ni las convicciones democráticas de vergüenza ante un “estado de excepción digital” semejante. Habrá que estar preparados por si acaso.

Fuente: http://www.enriquedans.com/2007/01/libertad-y-anonimato.html

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