¿Estamos en ciberguerra?
Por Christopher Holloway
Sofisticadas armas informáticas extraen información crítica de organismos de seguridad en todo el mundo, sabotean infraestructura gubernamental y desaparecen sin dejar rastros. Mientras tanto, distintas potencias mundiales entrenan hackers como si fueran nuevos pelotones de soldados. La guerra ya cambió y (quizás) ya está aquí.
El 2010 se descubrió el virus informático Stuxnet, que atacaba a las plantas de enriquecimiento de uranio de la República Islámica de Irán. Dos años después apareció Flame, un virus similar, pero infinitamente más complejo, que parecía cumplir avanzadas tareas de espionaje y sabotaje en la misma zona. Los análisis realizados por algunas de las más grandes empresas de seguridad llegaron a dos conclusiones relevantes: son los dos virus informáticos más complejos que se han registrado, y por lo mismo deben ser obra de un país o un conjunto de países, enfocados en atacar a otra nación.
El primer acto posible de calificarse como “guerra cibernética” apareció en los registros, y de ahí en adelante la espiral de conflictos de este tipo avanzaría hasta un territorio que aún hoy es difícil de definir.
Contenido completo en fuente original La Tercera
Sofisticadas armas informáticas extraen información crítica de organismos de seguridad en todo el mundo, sabotean infraestructura gubernamental y desaparecen sin dejar rastros. Mientras tanto, distintas potencias mundiales entrenan hackers como si fueran nuevos pelotones de soldados. La guerra ya cambió y (quizás) ya está aquí.
El 2010 se descubrió el virus informático Stuxnet, que atacaba a las plantas de enriquecimiento de uranio de la República Islámica de Irán. Dos años después apareció Flame, un virus similar, pero infinitamente más complejo, que parecía cumplir avanzadas tareas de espionaje y sabotaje en la misma zona. Los análisis realizados por algunas de las más grandes empresas de seguridad llegaron a dos conclusiones relevantes: son los dos virus informáticos más complejos que se han registrado, y por lo mismo deben ser obra de un país o un conjunto de países, enfocados en atacar a otra nación.
El primer acto posible de calificarse como “guerra cibernética” apareció en los registros, y de ahí en adelante la espiral de conflictos de este tipo avanzaría hasta un territorio que aún hoy es difícil de definir.
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