Lista Robinson de exclusión publicitaria
Esta misma semana la Agencia Española de Protección de Datos y la Federación de Comercio Electrónico y Marketing Directo presentaron la web de la Lista Robinson. ¿Usted también quiere ser un Robinson?, pues apúntese con urgencia.
La famosa Lista Robinson tiene una única finalidad: permitir que los ciudadanos y entidades se inscriban en ella para evitar comunicaciones comerciales y publicitarias que no desean. Dicho de forma coloquial: lograr que todas aquellas empresas con las que se mantenga o se haya mantenido algún tipo de relación comercial, le dejen a uno de una santa vez de molestar.
La Lista Robinson es un servicio de exclusión publicitaria a disposición de los consumidores que tiene como objetivo disminuir la publicidad que éstos reciben.
La lista es en realidad un sencillo fichero de exclusión publicitaria. Uno se registra y se inscribe y posteriormente selecciona el medio o medios a través de los cuales no desea recibir publicidad. Se puede elegir entre llamadas telefónicas, mensajes a celulares, correo postal y electrónico.
Cientos de compañías emplean para sus campañas comerciales y acciones de marketing directo los datos personales de la ciudadanía que obtienen de fuentes públicas. Su objetivo normalmente es “asediarnos” con anuncios, promociones y oportunidades únicas. Únicas para ellos, claro esta, a la gente lo más que le suelen reportar es agotamiento.
Ya desde el año 2007, existía una Ley y un Reglamento que permitía la los ciudadanos inscribirse en este tipo de ficheros. La novedad consiste en que ahora y sin mayores complicaciones, uno puede apuntarse a través de Internet en un momento. Se supone que con ese sencillo gesto, quedas libre para siempre del suplicio al que te someten los anunciantes.
La parte más peliaguda del tema será la de las empresas que publicitan. Deben cumplir estrictamente con la obligación de consultar y respetar la lista de "Robinsones"; si no lo hacen se atienen a fuertes multas.
La verdad es que listas parecidas hay desde hace años y en varios países, pero los resultados obtenidos tan sólo han sido discretos. En cualquier caso, como ya saben que “la esperanza es lo último que se pierde”, la avalancha de inscripciones ciudadanas en la última semana ha sido contundente.
Todos conocen a Robinson (Crusoe), el protagonista de la obra de Daniel Defoe. Ese náufrago que pasa en la más absoluta soledad - con excepción del famoso Viernes – unos 28 años en una remota isla.
En el argot de la economía clásica, Robinson (Crusoe) es parte de una teoría que pretende demostrar como ante la hipotetica ausencia de comercio, dinero y precios, el consumidor elegiría qué productos producir y por cuanto tiempo, y cuánto dedicar a disfrutar del ocio, él solito. La teoría cierra el círculo cuando aparece – el famoso Viernes – y nace entre ambos el comercio.
¡Maldito Viernes, por su culpa apareció el comercio!
Ahí tienen las temidas consecuencias; en plena era de la comunicación global, todos corremos a apuntarnos en extrañas listas que nos permitan ser de nuevo un poco Robinsones de nuestras islas.
Fuente: Iruya
La famosa Lista Robinson tiene una única finalidad: permitir que los ciudadanos y entidades se inscriban en ella para evitar comunicaciones comerciales y publicitarias que no desean. Dicho de forma coloquial: lograr que todas aquellas empresas con las que se mantenga o se haya mantenido algún tipo de relación comercial, le dejen a uno de una santa vez de molestar.
La Lista Robinson es un servicio de exclusión publicitaria a disposición de los consumidores que tiene como objetivo disminuir la publicidad que éstos reciben.
La lista es en realidad un sencillo fichero de exclusión publicitaria. Uno se registra y se inscribe y posteriormente selecciona el medio o medios a través de los cuales no desea recibir publicidad. Se puede elegir entre llamadas telefónicas, mensajes a celulares, correo postal y electrónico.
Cientos de compañías emplean para sus campañas comerciales y acciones de marketing directo los datos personales de la ciudadanía que obtienen de fuentes públicas. Su objetivo normalmente es “asediarnos” con anuncios, promociones y oportunidades únicas. Únicas para ellos, claro esta, a la gente lo más que le suelen reportar es agotamiento.
Ya desde el año 2007, existía una Ley y un Reglamento que permitía la los ciudadanos inscribirse en este tipo de ficheros. La novedad consiste en que ahora y sin mayores complicaciones, uno puede apuntarse a través de Internet en un momento. Se supone que con ese sencillo gesto, quedas libre para siempre del suplicio al que te someten los anunciantes.
La parte más peliaguda del tema será la de las empresas que publicitan. Deben cumplir estrictamente con la obligación de consultar y respetar la lista de "Robinsones"; si no lo hacen se atienen a fuertes multas.
La verdad es que listas parecidas hay desde hace años y en varios países, pero los resultados obtenidos tan sólo han sido discretos. En cualquier caso, como ya saben que “la esperanza es lo último que se pierde”, la avalancha de inscripciones ciudadanas en la última semana ha sido contundente.
Todos conocen a Robinson (Crusoe), el protagonista de la obra de Daniel Defoe. Ese náufrago que pasa en la más absoluta soledad - con excepción del famoso Viernes – unos 28 años en una remota isla.
En el argot de la economía clásica, Robinson (Crusoe) es parte de una teoría que pretende demostrar como ante la hipotetica ausencia de comercio, dinero y precios, el consumidor elegiría qué productos producir y por cuanto tiempo, y cuánto dedicar a disfrutar del ocio, él solito. La teoría cierra el círculo cuando aparece – el famoso Viernes – y nace entre ambos el comercio.
¡Maldito Viernes, por su culpa apareció el comercio!
Ahí tienen las temidas consecuencias; en plena era de la comunicación global, todos corremos a apuntarnos en extrañas listas que nos permitan ser de nuevo un poco Robinsones de nuestras islas.
Fuente: Iruya
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