27 feb 2009

Estafa Nigeriara contra el ministro de Justicia británico

Los colegas de Jack Straw recibieron hace unos días lo que parecía un mensaje un tanto escamante del ministro de Justicia británico. "He extraviado mi cartera camino del hotel, en la que tenía todo el dinero y otros objetos de valor. Necesito que me ayudes urgentemente con un pequeño préstamo para pagar la cuenta del hotel y regresar a casa", decía el político presuntamente atrapado en Lagos, la capital de Nigeria.

El mensaje correspondía a la dirección electrónica del diputado laborista en Blackburn, su distrito electoral. La cantidad solicitada a 200 de sus allegados para salir del apuro eran 3.000 libras (3.300 euros). Solo uno contestó, aunque no mandó dinero. Straw aclaraba en la nota que se hallaba asistiendo en el país africano a una cumbre para ayudar a los jóvenes a luchar contra el racismo. La realidad era, claro está, muy distinta.

El ministro, ajeno a lo que sucedía, trabajaba en su despacho del Parlamento en Londres, cuando empezó a recibir llamadas de varios miembros de la circunscripción. "Me preguntaban si de verdad estaba en Nigeria y necesitaba 3.000 libras", relata.

"Era obviamente ridículo que me hubiera ido de senderismo a África y hubiera perdido la cartera", afirma el hombre que al frente del Departamento del Interior creó en el 2001 una de las primeras unidades policiales del mundo para luchar contra el fraude en internet. Ahora, precisamente él ha sido víctima de una de esas bandas de delincuentes. Los hackers nigerianos entraron en su correo oficial de Blackburn y utilizaron la agenda de contactos para enviar las misivas.

El alcalde de la localidad, Mohamed Khan, fue uno de los que recibió el mensaje, "al igual que mucha otra gente". "Es malo que alguien pueda creer que Jack Straw está pidiendo dinero", se lamenta el dirigente.

La escaramuza, sin consecuencias aparentes, ilustra la osadía de las mafias nigerianas que operan en la red. Las fechorías de unos pocos han convertido el nombre de Nigeria en sinónimo de un fraude internacional, conocido como 419 scam, el número del Código Penal nigeriano atribuido al popular delito.

Desde los cibercafés de Lagos, miles de buscavidas tratan cada día de limpiar alguna cuenta bancaria en cualquier rincón del mundo. Faxes, cartas y sobre todo correos electrónicos son los anzuelos para tentar a los crédulos sin fronteras.

El mensaje, muy respetuoso y en un inglés precario, tiene un formato fijo, aunque la historia ofrezca a veces variantes muy novelescas. En una ocasión se trata de una fortuna dejada por un familiar lejano, a disposición de quien recibe la nota. En otra, se invoca falsamente a la Cámara de Comercio e Industria de Nigeria o la Compañía Nacional de Petróleo para pedir colaboración en el blanqueo de dinero.

A veces, en lugar de apelar a la avaricia del destinatario, se intenta conmover su buen corazón. Hay relatos lacrimógenos, protagonizados por pobres viudas, huérfanos y perseguidos políticos, que han dejado una fortuna en su país y solo un extranjero puede recuperarla. En todas las ocasiones, el remitente cita la mediación de un abogado, pide datos bancarios y una cantidad para gastos de gestión y transferencia. Ese primer pellizco oscila al principio entre las 2.000 y las 3.000 libras. Si alguien cae en la trampa y tiene la desgracia de contestar, la cifra irá subiendo, alegando nuevas gestiones e imprevistos y reclamando más dinero, que no volverá a ver.

Incidentes caros

El instituto de observación Chatham House estimaba en el 2006 que solo en el Reino Unido este tipo de incidentes ha costado "150 millones de libras al año y unas 31.000 libras de media a cada víctima". En Estados Unidos, la Liga de Consumidores Nacionales apunta al fraude procedente de Nigeria como "el delito en la red de mayor crecimiento".

En España, los estafadores nigerianos orquestaron desde Málaga el envío masivo de cartas a Norteamérica y al norte de Europa, anunciando sabrosos premios de una supuesta "lotería española". Un falso directivo de la Organización Nacional de Loterías y Apuestas del Estado comunicaba al destinatario haber sido agraciado en un sorteo, en el que ni siquiera había participado. Para recibir la suma era necesario adelantar los gastos de gestión y los impuestos.

En un año hubo más de 1.500 denuncias, aunque muchos de los que picaron prefirieron callar por vergüenza. La llamada operación Nilo terminó con más de 300 nigerianos detenidos en Andalucía.

Fuente: El Periodico

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