Por qué limitar el intercambio de archivos es un grave error
Por Italo Dafra
El Parlamento Europeo está por aprobar una medida que levantó polémica, pero por sobre todas las cosas muestra a un continente resistiendo el paso del tiempo y el progreso mismo. Tantas veces en nombre de los negocios se enarbolan las banderas de la prosperidad, que convendría a los europeos revisar en qué mundo piensan que vivirán en los próximos años; aquí estamos en presencia de un no-progreso, todo por cuidar el negocio.
Esta semana, la Comisión de Mercado Interno y Protección del Consumidor (IMCO) aprobó el envío a votación del denominado Paquete de Telecomunicaciones, que entre otros puntos incluye la obligación para los proveedores de acceso a Internet (ISP), de controlar que sus clientes no violen la ley de Derecho de Autor. En septiembre deberá votarse.
Se me ocurren varios motivos por los cuales sostener que esta medida es anacrónica y desacertada. Vamos a organizarlas por áreas:
Legal: algunos sostienen que el tráficos de bites no tiene nada que ver con el formato en que la obra fue concebida originalmente, y que es otra cosa. En este punto no tengo certezas de este argumento, más bien tiendo a pensar que es una forma de violación de los derechos de autor compartir vía digital y por transferencia telemática el material protegido como bien intelectual. Sin embargo, un punto me permite dejar la duda abierta: si compartir un apunte en la facultad no es perseguido, ¿por qué sí lo es compartir un tema musical en Internet? Quiero decir con esto, que compartir material musical, literario o cinematográfico no es una actividad comercial para la mayoría de las personas que lo hacen, más bien son minoría quienes comercializan y a quienes se les puede achacar el delito de piratería.
Social: Creo que es el tema más delicado que los europeos deberían revisar. Aún aceptando que bajar archivos de música o películas constituye una violación a las leyes, la tendencia mundial que hizo de esa práctica una norma, que permitió construir un nuevo canal de distribución de materiales –mucho más eficiente, veloz y hasta comercial- y que se utilizara a escala mundial. Es preciso tener en claro que no hablamos de un problema cultural de gente que desea violar una norma, sino que se trata de una nueva forma de conseguir un bien muy desvalorizado hasta por los propios managers que lo comercian. Quienes primero le quitaron valor a la obra del artista fueron las propias empresas que producen y difunden ese mismo material, paradójicamente, pagando míseros porcentajes y poniendo exigencias impropias para los artistas que han llevado a muchos a alejarse del arte cuando no a suicidarse (y no estoy exagerando ni usando una figura, en el documental Amazing Grace podrán encontrar una punta).
Pero nos vamos a un tema más complejo y hasta discutible. Lo interesante es que la propiedad intelectual es un intangible por el cual muchas veces ni quienes viven de ella están dispuestos a hacerla valer (hace poco una colega que tiene alumnos de periodismo me contaba una experiencia que pinta esta situación claramente: con un presupuesto imaginario para hacer una revista, los futuros periodistas gastaban hasta en plasmas pero tenían periodistas ad honorem…).
Muchas veces se afirma que las sociedades progresan mucho más rápido que las leyes, y en parte es normal que así sea, porque la ley viene a regular algo que ya está ocurriendo, y no al revés. Entonces, sería positivo que la normativa nueva o las modificaciones a las existentes, intenten comprender hacia dónde va el mundo, antes que quedarse añorando conservadora y obsesivamente prácticas que están siendo transformadas.
Una vez más: no se puede tapar el sol con las manos, aquí no estamos en presencia de violaciones a una Ley aisladamente, sino de un nuevo hábito para hacer de otra manera un comercio. Y como el negocio debe continuar, las empresas del sector deberían adoptar la filosofía de la publicidad: donde está la gente está el aviso. Aquí deberían aprender que si sus clientes migraron a sistemas telemáticos, la única solución definitiva al tema es encontrar el nuevo modelo de negocios.
Sostenible: Además de los dos puntos anteriores, hay otro que permitiría dar por tierra con la medida: su dudosa factibilidad de puesta en práctica. Si los ISP tienen que controlar que nadie baje material con derechos protegidos a través de su red, deben monitorear todo el tráfico que pase por ellas. Ya no se trata simplemente de bloquear los puertos que utilizan los programas de P2P, utilizados para intercambio de archivos, sino que será necesario revisar cada bit de tráfico, a ver parte de qué archivos es, y luego comenzar a revisar si está protegido por derechos.
Si los contenidos fueran identificados por las asociaciones de autor de todo el mundo, aún así los ISP deberían colocar sistemas costosos para monitorear su tráfico, e identificar claramente lo legal de lo que no lo es. Por otra parte, el crecimiento de la información en Internet es tan exponencial, que pretender tener bajo control todos los materiales que por ella circulan es propio de quienes no entienden cómo funciona la red.
Justa: La supuesta finalidad de una Ley es ejercer justicia. Con la medida que el Parlamento Europeo aparentemente aprobará, se está en presencia de una ley que condena a quienes cometan una violación a una ley al analfabetismo tecnológico. Es un caso insólito. Porque quienes sean encontrados compartiendo archivos protegidos con derechos serán condenados a no recibir nunca más una conexión de Internet, como si la red sólo sirviera para bajar música o películas.
Debe ser el único caso por el cual quien sea sospechado de culpable (todavía no se habla de probar en juicio la acusación) es condenado a no poder acceder libremente a un recurso que le permite realizar otras actividades perfectamente lícitas: trabajar, comunicarse con sus amistades y conocidos, entretenerse.
El horror generalizado que provocó esta medida deja la luz lejana de que puede no prosperar para convertirse en Ley. Sin embargo, el escepticismo es grande, porque el despacho de la comisión fue mayoritario. Como sea, Europa se enfrenta a un dilema del cual puede salir fortalecida de cara al futuro, o resistiendo ridículamente el paso del tiempo y cuestionando –quien lo hubiera dicho- el progreso mismo.
Fuente: http://relecturas.com.ar/?page=contenidos.php&id=20607
El Parlamento Europeo está por aprobar una medida que levantó polémica, pero por sobre todas las cosas muestra a un continente resistiendo el paso del tiempo y el progreso mismo. Tantas veces en nombre de los negocios se enarbolan las banderas de la prosperidad, que convendría a los europeos revisar en qué mundo piensan que vivirán en los próximos años; aquí estamos en presencia de un no-progreso, todo por cuidar el negocio.
Esta semana, la Comisión de Mercado Interno y Protección del Consumidor (IMCO) aprobó el envío a votación del denominado Paquete de Telecomunicaciones, que entre otros puntos incluye la obligación para los proveedores de acceso a Internet (ISP), de controlar que sus clientes no violen la ley de Derecho de Autor. En septiembre deberá votarse.
Se me ocurren varios motivos por los cuales sostener que esta medida es anacrónica y desacertada. Vamos a organizarlas por áreas:
Legal: algunos sostienen que el tráficos de bites no tiene nada que ver con el formato en que la obra fue concebida originalmente, y que es otra cosa. En este punto no tengo certezas de este argumento, más bien tiendo a pensar que es una forma de violación de los derechos de autor compartir vía digital y por transferencia telemática el material protegido como bien intelectual. Sin embargo, un punto me permite dejar la duda abierta: si compartir un apunte en la facultad no es perseguido, ¿por qué sí lo es compartir un tema musical en Internet? Quiero decir con esto, que compartir material musical, literario o cinematográfico no es una actividad comercial para la mayoría de las personas que lo hacen, más bien son minoría quienes comercializan y a quienes se les puede achacar el delito de piratería.
Social: Creo que es el tema más delicado que los europeos deberían revisar. Aún aceptando que bajar archivos de música o películas constituye una violación a las leyes, la tendencia mundial que hizo de esa práctica una norma, que permitió construir un nuevo canal de distribución de materiales –mucho más eficiente, veloz y hasta comercial- y que se utilizara a escala mundial. Es preciso tener en claro que no hablamos de un problema cultural de gente que desea violar una norma, sino que se trata de una nueva forma de conseguir un bien muy desvalorizado hasta por los propios managers que lo comercian. Quienes primero le quitaron valor a la obra del artista fueron las propias empresas que producen y difunden ese mismo material, paradójicamente, pagando míseros porcentajes y poniendo exigencias impropias para los artistas que han llevado a muchos a alejarse del arte cuando no a suicidarse (y no estoy exagerando ni usando una figura, en el documental Amazing Grace podrán encontrar una punta).
Pero nos vamos a un tema más complejo y hasta discutible. Lo interesante es que la propiedad intelectual es un intangible por el cual muchas veces ni quienes viven de ella están dispuestos a hacerla valer (hace poco una colega que tiene alumnos de periodismo me contaba una experiencia que pinta esta situación claramente: con un presupuesto imaginario para hacer una revista, los futuros periodistas gastaban hasta en plasmas pero tenían periodistas ad honorem…).
Muchas veces se afirma que las sociedades progresan mucho más rápido que las leyes, y en parte es normal que así sea, porque la ley viene a regular algo que ya está ocurriendo, y no al revés. Entonces, sería positivo que la normativa nueva o las modificaciones a las existentes, intenten comprender hacia dónde va el mundo, antes que quedarse añorando conservadora y obsesivamente prácticas que están siendo transformadas.
Una vez más: no se puede tapar el sol con las manos, aquí no estamos en presencia de violaciones a una Ley aisladamente, sino de un nuevo hábito para hacer de otra manera un comercio. Y como el negocio debe continuar, las empresas del sector deberían adoptar la filosofía de la publicidad: donde está la gente está el aviso. Aquí deberían aprender que si sus clientes migraron a sistemas telemáticos, la única solución definitiva al tema es encontrar el nuevo modelo de negocios.
Sostenible: Además de los dos puntos anteriores, hay otro que permitiría dar por tierra con la medida: su dudosa factibilidad de puesta en práctica. Si los ISP tienen que controlar que nadie baje material con derechos protegidos a través de su red, deben monitorear todo el tráfico que pase por ellas. Ya no se trata simplemente de bloquear los puertos que utilizan los programas de P2P, utilizados para intercambio de archivos, sino que será necesario revisar cada bit de tráfico, a ver parte de qué archivos es, y luego comenzar a revisar si está protegido por derechos.
Si los contenidos fueran identificados por las asociaciones de autor de todo el mundo, aún así los ISP deberían colocar sistemas costosos para monitorear su tráfico, e identificar claramente lo legal de lo que no lo es. Por otra parte, el crecimiento de la información en Internet es tan exponencial, que pretender tener bajo control todos los materiales que por ella circulan es propio de quienes no entienden cómo funciona la red.
Justa: La supuesta finalidad de una Ley es ejercer justicia. Con la medida que el Parlamento Europeo aparentemente aprobará, se está en presencia de una ley que condena a quienes cometan una violación a una ley al analfabetismo tecnológico. Es un caso insólito. Porque quienes sean encontrados compartiendo archivos protegidos con derechos serán condenados a no recibir nunca más una conexión de Internet, como si la red sólo sirviera para bajar música o películas.
Debe ser el único caso por el cual quien sea sospechado de culpable (todavía no se habla de probar en juicio la acusación) es condenado a no poder acceder libremente a un recurso que le permite realizar otras actividades perfectamente lícitas: trabajar, comunicarse con sus amistades y conocidos, entretenerse.
El horror generalizado que provocó esta medida deja la luz lejana de que puede no prosperar para convertirse en Ley. Sin embargo, el escepticismo es grande, porque el despacho de la comisión fue mayoritario. Como sea, Europa se enfrenta a un dilema del cual puede salir fortalecida de cara al futuro, o resistiendo ridículamente el paso del tiempo y cuestionando –quien lo hubiera dicho- el progreso mismo.
Fuente: http://relecturas.com.ar/?page=contenidos.php&id=20607
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