19 feb 2012

El enésimo “Ooops!!” de Google y el lamentable estado de la privacidad en la red

El Wall Street Journal revela, en su artículo titulado Google’s iPhone tracking (si no tienes acceso puedes leer los detalles en esta entrada del blog del mismo medio, How Google tracked Safari users) cómo Google utilizó un procedimiento para saltarse la restricción a cookies de terceros en Safari, y poder hacer tracking de usuarios de dicho navegador con su publicidad.

Explicado de manera sencilla, lo que Google ha hecho es, ante la limitación de Safari a cookies de tercera parte (las que ponen al usuario para poder administrarle anuncios cuando visita otros sitios diferentes del que se la instaló), usar un procedimiento similar al que se utiliza para permitir el botón +1 para conseguir situar esas cookies, y seguir administrando anuncios en base a ese tracking. El procedimiento es tan elaborado como hacer creer al navegador que el usuario está enviando un formulario asociado a un anuncio determinado (en realidad un formulario invisible al usuario y completamente vacío), comportamiento ante el cual el navegador permite la inserción de una cookie.

La explicación oficial proporcionada por Google achaca lo sucedido a un supuesto error técnico, que representaría otro “Oops” más en la historia de Google (la empresa ya recurrió a los errores técnicos para explicar la captura de información sobre WiFis domésticas por parte de los coches de Google Street View), en lo que supone otra vuelta de tuerca más en la credibilidad de una empresa a la que se supone un cierto nivel a la hora de controlar esos supuestos “errores”.

Pero el asunto, sobre todo, pone de manifiesto el lamentable estado de la privacidad en la red, como bien comenta John Battelle: ¿por qué Safari rompe la norma habitual con respecto al tratamiento de las cookies en el resto de navegadores, y decide bloquear unilateralmente las cookies de tercera parte? No, no es por el bien de sus usuarios y por defender su privacidad, sino por poder considerar a esos usuarios como suyos y ser ella, Apple, la que administre dicha privacidad. La intención de Apple no es ni más ni menos que redefinir los estándares de la web para crear “su” web, una en la que Apple pone las reglas y administra en exclusiva la privacidad del usuario. Que Google (y otros) se salten esa norma para poder seguir operando como lo hacían antes de la misma no es más que una demostración de hasta qué punto los usuarios hemos dejado de ser eso, usuarios, y hemos pasado a ser producto. Mal por Google, aunque después de todo no intentaba nada más que trabajar con Safari de la misma manera que lo hace con el resto de navegadores, pero mal también por parte de Apple, que claramente pretende monopolizar la navegación del usuario para su beneficio.

La publicidad administrada mediante seguimiento al usuario no tiene por qué ser una mala cosa: muchos usuarios prefieren que los anuncios que ven en la web tengan que ver con sus intereses, expresados en visitas anteriores a otros sitios, en lugar de ser administrados completamente a ciegas. Gracias a eso, entre otras cosas, se pueden mantener muchos sitios manteniendo un planteamiento de gratuidad al usuario. El problema no es desarrollar un sistema para hacer esto, sino hacerlo de manera aparentemente opaca al usuario, cuando una dinámica de transparencia total podría posiblemente acabar redundando en un producto mejor.

El problema entre Google y Apple revela hasta qué punto los usuarios nos estamos convirtiendo en mercancía, en protagonistas de oscuras pugnas entre grandes compañías por ver quién maneja nuestra privacidad, e invita a romper la baraja, a hacer opt-out de todo, y a instalarse herramientas que protejan lo que otros se niegan a proteger. A dia de hoy, el usuario es el último en enterarse de lo que se cuece en torno a él. Esperemos que, con el tiempo, vayamos evolucionando hacia una web más transparente y más razonable.

Fuente: Enrique Dans

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