18 ago 2014

Los chicos corren límites y hasta se atreven a la "doble identidad"

Algunos abren dos cuentas en las redes sociales: una para contactos familiares y otra para “defender su privacidad”. Ellos reclaman más autonomía y los expertos culpan a la cultura del exceso.

Carolina F. tiene 14 años, va a un colegio privado y vive en Caballito. Una noche, sus papás la vieron posteando fotos en ropa interior en Facebook, en la computadora de su cuarto. Le prohibieron usar esa red social. Después, la dejaron volver si aceptaba a uno de sus padres como amigo. Pero en una reunión, otra mamá les dijo: "Me contó Julia que Carolina está publicando fotos hot. Tiene dos cuentas, una con un nombre falso".

Las anécdotas, reunidas en una ronda de consultas con psicólogos, confirman una hipótesis: el estilo de vida de la preadolescencia y la adolescencia -entre los 10 y los 19 años, según la Organización Mundial de la Salud- se sigue adelantando. Y los chicos reclaman cada vez más autonomía. Si no la consiguen, la buscan en nichos ocultos para los adultos.

El caso de Magaly, la nena de 12 años que se escapó de su casa de San Isidro y pasó una noche en la villa La Cava, donde fue abusada, y el de Daniel Salazar Ramírez, el adolescente de 15 años que murió de un disparo callejero después de ir a bailar a Flores sin autorización, actualizaron el debate.

Con la tecnología, los chicos multiplican sus contactos y las chances de esconderse. "Que tengan dos cuentas en Facebook o en Twitter ya es algo común. Sienten que así preservan su privacidad y pueden contactarse con gente que no aprueban sus padres, pero no se dan cuenta de que se ponen en riesgo", advierte Cristian Borghello, consultor en seguridad informática y director de la web Segu-Kids. "Este es un tema frecuente en las charlas con padres", afirma.

"Si tenemos que mandar una foto, lo hacemos por WhatsApp, es lo más privado: nuestros padres ni se enteran", cuentan dos chicos a Clarín. Esta realidad coincide con una mayor tolerancia adentro de los hogares en relación a otros tiempos, que hace que los papás duden sobre cómo poner el freno. "Hay una cultura juvenilizada; los adultos quieren tener una flexibilidad canchera, pero eso los complica a la hora de fijar restricciones", analiza Dolores Vicente, licenciada en Gestión Educativa y docente de la Universidad Austral.

En ese contexto, crecen riesgos nuevos. Porque, por naturaleza, los adolescentes necesitan transgredir. Romper un mandato. Pero, ¿cómo transgredir cuando los papás consumen la misma ropa, la misma música y en general acompañan? En algunos casos, entonces, la rebeldía llega más lejos. Y puede pasar por compartir fotos "hot", iniciarse en la vida sexual antes de tiempo o adelantar el consumo de alcohol en una salida secreta.

Contenido completo en fuente original Clarin

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